lunes, 19 de enero de 2015

No es pura coincidencia.

Hay algunos temas que nos hacen sentir idiotas al hablarlo. Uno es el amor y todos sus enigmas, el otro es el destino. En verdad ya no interesa saber si existe o no, porque las cosas suceden y para los que no creemos en las casualidades, esas cosas por algo suceden.

A veces pienso que no estamos preparados para saber todas las respuestas, aun así nos esforzamos para conseguirlas, para entender porque, porque nos sucede a nosotros o porque el destino es injusto.
Creemos que aceptar que las cosas suceden porque el destino lo dispuso es fácil. También nos sirve para aceptar caer en la victimización y el rol de la lástima social. 
Pero exista o no el destino, hay un factor que en estos casos siempre altera al producto y ese factor es el tiempo.

Ya no sirve descubrir si existe o no el destino, porque podremos entender que es injusto un suceso, pero el tiempo no para y el rol de víctima y la lástima social terminan, entonces lo que pensábamos que se había cicatrizado empieza a molestar por dentro.

Como dije al principio, hay temas que te hacen sentir idiota y de eso estamos hablando. Pero este compilado de una historia ficticia despertó los enigmas más absurdos. Nadie sabe porque y estoy seguro que todavía no estamos preparados para saberlo.

Por más esfuerzo que hagamos, somos culturalmente egoístas. Aprendimos y nos criamos así, usamos la victimización como disfraz y como único canal de comunicación entre seres que necesitan saber porque suceden estas cosas, pero a su vez no estamos preparados para aceptarlo.

Somos responsables de nuestras decisiones, cómplices de las decisiones de nuestros pares y victimas del tiempo. Nos obligan a ser felices viviendo del presente y el presente dura un instante, que es medido por el tiempo. El ahora que está transcurriendo, en un suspiro ya forma parte del pasado y en vez de aprovecharlo nos condenamos a perpetua y detenemos ese instante para siempre. En un segundo puede cambiar nuestra vida, sin embargo el día está lleno de segundos.


Me pareció interesante el capítulo del siguiente video. Sin ánimo de entrar en debates religiosos, me parece muy bien representada la hipótesis del destino. Culpar a Dios suena a protección, culpar al destino también. Cuando el dolor es tan grande y uno no tiene la respuesta al porque, necesita que su pesar lo sostenga otro bulto y cuando analizo porque tendemos a culpar a Dios o al destino, entiendo que ese mecanismo de defensa lo elegimos porque no es real o no es tangible, por lo menos nadie puede verlo, llámese Dios o nadie sabe si existe, llámese destino.

  

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