miércoles, 7 de agosto de 2013

Cuando el fracaso genera el éxito.

Por momentos resulta sospechoso, cómo una mañana temprano, desayunando y leyendo el diario, puede provocar semejando desequilibrio emocional.

Un buen negocio, es aquel en el que todas sus partes resultan beneficiadas. Cuando alguna fisura financiera establece una oscilación en el balance, perjudicando notoriamente a alguno de los nodos comprometidos en el negocio, éste quiebra, e ingresa en un pozo de aire, con caída libre, sin tener un paradigma existente, que permita hacerlo flotar, siendo inminente su peor final.

De esta manera y con esas palabras leídas en un artículo de diario, comienza mi análisis.

El deseo reprimido del psicoanálisis, tanto en la práctica, como en la teoría, me llevan a divagar con ideas poco frecuentes y comparaciones absurdas, con el fin de obtener algún mensaje.  Es por eso que analizar cada historia, con sus detalles invisibles, nos resulta necesario.
Cuando uno aprende a quedarse sentado, quieto, puede observar mucho más de lo que se puede ver, porque observar no tiene que ver con los ojos, tiene que ver con la mente. Este estado logre alcanzarlo con intenciones propias de mi estilo de vida.
La cuestión tiene que ver con la transición en el tiempo. Tengo grandes problemas con la línea que separa al pasado con el presente, desde hace bastante, pero esa acumulación de energía logré que juegue para el lado de los míos y vayamos todos por el mismo canal.
Un buen negocio también tiene que ver con el amor, con el amor tangible, ese que existe y que se puede observar, entonces, después de entender eso, lo analicé y tiene mucho en común.

El éxito de ayer.

Existieron dos nodos involucrados en el negocio, con proyectos, con intensiones, con movimientos. Yo y ella, unidos por un interés, el interés de cumplir con el equilibrio emocional, para mantener el balance y ser ambos, beneficiados por el amor. Por momentos supimos ser buenos financieros y administradores de nuestros propios sentimientos. Innovamos, compramos, cedimos parte de nuestro sector, ampliamos la empresa.

Todo crecimiento necesita de nuevas ideas y no siempre lo nuevo es mejor. Muchas veces sucede que no sabemos nada de amor y sin embargo nos animamos a amar, por lo menos hasta que uno de los nodos comienza a dudar.

De repente el balance ya no empieza a ser equilibrado, se desprenden algunas emociones. La rutina y el agotamiento por mantener el enlace de unión, lleva a tomar las decisiones equivocadas. Se presentan las primeras auditorias negativas, los primeros síntomas indican que el negocio está en peligro, no porque no haya sido bueno, sino porque ya no es novedoso para sus partes y en el mercado hay nueva competencia.

Sin poder sostener el sistema, se presentan infinidades de paradigmas, para arreglar la situación. Ninguno de sus fundadores quiere abandonar el negocio, simplemente porque tienen un afecto especial, ya que entre dos lo crearon, lo vivieron y lo disfrutaron.

Una de las partes deja de ser beneficiada, entonces se pierde el negocio, porque sin beneficios totales, no habrá beneficios parciales que soporten. Aparecen nuevas partes, nuevos nodos unidos por aristas que van formando su propia rama, así es como se comienza a dividir lo que en principio estuvo unido. Cada una de sus partes fundadoras comenzara de nuevo, ramificando sus caminos y mejorando sus actitudes del pasado, para no volver a fracasar.


Así es como termina el análisis, gracias a un disparador provocado por el artículo de un diario. Vivimos negociando, en la práctica y en la teoría. Hoy, después de tanto tiempo de preguntas sin respuestas, gracias a un momento insignificante del día, leyendo una nota en el diario sobre el éxito de un negocio, comprendí que finalmente ganamos, porque un negocio exitoso resulta, cuando todas sus partes son beneficiadas. Ella armo su rama y yo, por fin, comencé a armar la mía, porque el amor no solamente nace o brota, sino que también se construye y se mantiene.

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